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HISTORIA Gilgamesh, Enkidu, Utnapishtim y el barquero

Antigua representación de Gilgamesh

Asuntos que pasaron hace muchos años y de los cuales no hay una comprobación segura, pero vale la pena conocer


Hay narraciones sencillas que cualquiera tiene en la mente, en la memoria, atesorada, con el fin de sacarlas a relucir en reuniones de amigos, en el café, en un sarao en la embajada de Alemania o en la oficina de Inspección y Afines de la Municipalidad de la Capital. La cuestión es que, al intentar pasarlas al papel pierden toda su gracia. Es por eso, se supone, que desde la antigüedad llegaron hasta estos días, no los grandes cuentos que ideó la humanidad, sino solamente aquellos que resistieron el peso del papel, del papiro, del ladrillo cocido quizás.
Como nuestro rey nos oprimía, pedimos a los dioses que mandaran a alguien para salvarnos. Entonces crearon a Enkidu, un salvaje cubierto de pelo, que vivía entre las bestias. Pero Enkidu mantuvo relaciones con una chica de mal vivir y perdió sus características. Después peleó con nuestro rey, que se llamaba Gilgamesh, pero al final se hicieron amigos íntimos y se embarcaron en empresas heroicas y fabulosas, como matar a Humbaba, un enemigo de ellos. Mire lo que son las cosas, cuando regresaron a Erech, nuestra ciudad, la diosa Istar invitó a Gilgamesh a ser su marido. Y no lo va a creer, pero él la rechazó. Eso la enfureció tanto, que envió al Toro de los Cielos para que lo ataque, pero entre Gilgamesh y Enkidu, mataron al animal.
Cualquiera sabe en el café que lo que se dice ahí no debe tener la más mínima confirmación. Llegado cierto estadio de la civilización, en Santiago se cree al amigo que dice algo, sólo porque es amigo y está pasando el rato. La verdad, en esas conversaciones, es un detalle casi ignorado, que se deja para los pobres palurdos que acudirán a su teléfono para solucionar cualquier discusión, diciendo la frase que los caracteriza: “Aquí dice que fue de otra manera”.
Después va y muere Enkidu, lo que hace comprender a Gilgamesh la realidad de la finitud de la existencia, y se propone descubrir el secreto de la vida eterna, toda una decisión que lo hará trascender el tiempo, aunque no de la forma que hubiera querido, quizás. Luego de atravesar las Aguas de la muerte, se entrevista con el único hombre que ha obtenido la inmortalidad, Utnapishtim, que le informa de una planta que crece en el fondo del mar. Gilgamesh recoge la planta, pero antes de usarla, se la roba una serpiente (y así este animal obtiene el don del rejuvenecimiento, al cambiar la piel todos los años). Al final vuelve a Erech y le muestra su ciudad al barquero de Utnapishtim, que lo había acompañado en su aventura hasta el fondo del mar.

Leer aquí, la historia del teléfono de Aristóteles, el sabio griego de la antigüedad

Usted no va a andar buscando por ahí si lo que se dice en esta pobre columnita es verdad, pero esta historia en particular figura en un texto acadio de la biblioteca de Asurbanipal, en Nínive, vaya y pídalo a la chica que trabaja ahí, por si no cree, amigo. Y después seguimos conversando.
Juan Manuel Aragón
A 25 de julio del 2024, en el barrio Los Telefónicos. Ensillando el flete.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Cristian Ramón Verduc25 de julio de 2024 a las 8:18

    En sus últimos años, Gilgamesh vivía aquí, en Santiago, con otro nombre, por supuesto. Ha muerto hace poco... ¿O habrá vuelto a cambiar de nombre?

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