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ESCRITO Contra el aborto

El dilema del mozo

El siguiente escrito hace referencia a un problema que le hacen a los chicos de tercer grado y se pregunta por qué algunos adultos razonan parecido

Aclaración previa. El siguiente escrito lo envié hace varios años, para que lo publicara la Municipalidad de Santiago y la fundación del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires. No era un concurso, me invitaron expresamente junto a otros escritores. Lo mandé en tiempo y forma. El día que presentaban el librito con los textos, fui al acto a recibir mi ejemplar. Pero mi cuentito no figuraba. Me censuraron tanto los porteños como los santiagueños. Llamé por teléfono para saber qué había sucedido, pero se pasaron la pelota de unos a otros y jamás me dieron una explicación válida. Supongo que, en la cadena de mandos, alguno lo leyó y decidió no publicarlo, por estar en contra de la ideología dominante, en ese momento, en la comuna.
A continuación, el planteo.
El problema se lo hacen a los chicos de tercer grado para obligarlos a pensar, a razonar. Es algo ingenioso, pero no mucho. “Tres amigos van a un restaurant a cenar. Luego de la comida piden la cuenta: el mozo les dice que son 25 pesos. Cada uno pone 10. El mozo lleva los 30 pesos al cajero, que le da 5 pesos para que les entregue de vuelto. En el camino, el mozo piensa: ´Como no van a tener cómo repartirse el vuelto, me quedo con 2 pesos y le entrego 1 peso a cada uno´. La pregunta sería la siguiente: si cada amigo puso 10 pesos y le entregaron 1 de vuelto, quiere decir que pagó 9 pesos cada uno. Entonces, 9 por 3, 27, más 2 que se quedó el mozo, 29. ¿Y el peso restante?”.
Alto ahí, no diga nada, ya se dio cuenta, ¿verdad? Está mal planteado el problema, ¡por supuesto!, por eso no se lo hacen a los chicos de cuarto grado, que descubrirán, como lo ha hecho usted, amigo, dónde está la trampa. Algo así sucede en las redes sociales con diversos asuntos. Los razonamientos son tan sencillos y tan burdos que no pasan por el tamiz de la inteligencia de un chico de tercer grado.
Va el caso.
Una mujer puede abortar sin peligro para su vida, hasta la novena semana de gestación. Para los partidarios del aborto, eso quiere decir que desde la semana diez el niño es niño, sólo porque si la madre decide matarlo a esa altura, su vida también corre riesgo. ¿No es candorosa la explicación? “Si mato a otro sin riesgo para mi vida, el otro no es otro sino una cosa, un pedazo de carne pongalé, un algo, pero si al matarlo corro algún peligro de morirme, entonces sí es un humano”.
El mismo razonamiento esgrimen entre otros, los terroristas: “Si mato a otro sin riesgo de mi vida, digamos, poniéndole una bomba bajo la cama, es un acto sensato, noble, justo, pero cara a cara, si me preguntan, soy un pacifista, uf, de primera línea y me lo creo, por supuesto”.
Va siendo hora de que les digamos a quienes razonan de esta manera, que 9 por 3 es veintisiete, más tres que se llevaron los comensales, da 30 justito. O menos dos que se puso en el bolsillo el mozo, es 25. O, lo que es lo mismo, que no puede ser el bisturí de un médico o la ideología de la madre, los que decidan cuándo matar a un niño es matarlo y cuándo no, porque todavía no lo consideran humano. 


El resultado del otro planteo vendría a ser el siguiente: “Se es humano desde el primer momento o se es una cosa desechable desde que alguien es concebido hasta que se muere de viejo”. Se está a favor de la vida o a favor de la muerte. También se podría decir así: “El mundo moderno es tan injusto, que el Código Penal no tiene cómo defender a los más débiles de la escala humana porque los partidarios de la muerte se oponen”.
Juan Manuel Aragón
A 20 de octubre del 2024, frente al mercado Armonía. Comiendo un panchúquer.
Ramírez de Velasco®

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