Ilusoria sensación |
Cuando llega la sensación de que las ideas me abandonaron, casi siempre los dedos teclean la solución
Muchas veces he tenido la sensación ilusoria de que todo está rotando a mi alrededor. El vértigo, me digo, no es el miedo a caerse sino la alucinación de que el suelo, allá lejos, al moverse, me invita a lanzarme. Si alguna vez me toca subir a la punta de un edificio, una de dos, o me agarro fuerte, hasta que me rescaten los bomberos, o me largo al suelo, abandonándome a la muerte. Algo así siento cuando esta es la última nota del día y no se me cae una idea, no arranca el artículo.Es una sensación rara. Hasta hace unos minutos tenía muchas cosas para decir, para opinar, para debatir con imaginarios oponentes y de repente, frente a la pantalla de la computadora, no acuden a la mente las ideas, se empantanan y es como si el cerebro crujiera, por falta de gimnasia, puerta ruidosa que se va cerrando de a poco.La inteligencia sufre por falta de asuntos para tratar y contra eso, periodista de opiniones perdidas, no hay mucho para hacer, salvo abstraerse con la vista fija sobre la alba pantalla, parado en la azotea del edificio más alto de la ciudad, viendo cómo pasa, allá abajo, por la vereda, la gente, tranquila, pisando tierra firme.
El día se va apagando, por la esquina pasa el último chumillero rumbo al norte, el televisor de la casa de los cosos de al lado deja de atronar sus chillidos atroces, las vecinas apuran el paso para llegar a la casa luego de una jornada de trabajo, en el bar La Roca, Agustín sirve el primer whisky de la noche a un parroquiano que, a pesar de la hora, tiene la vida perdida: le volverá a poner falta sin aviso a la mujer de sus sueños, como los últimos veinte años, zambullido en un mar de alcohol sin orillas.
Y yo champurreo en la computadora la última de una decena de notas diarias, con la esperanza de que las musas me entreguen un final que haga que todo el día haya valido la pena. Empiezo a pensar en las actividades de mañana: ver al contador para que me arregle un asuntito, llevar la bicicleta al amigo Humberto para que repare el freno, pues da contra los rayos, comprar menta en el mercado, a ver si finalmente hago quipi al horno. Y escribir, por supuesto, la única puta habilidad que aprendí en la vida. Y no me sale muy bien, pongamos, si vamos a decir todo.
Miro de nuevo la pantalla en blanco y me pregunto qué escribir. Redacto entonces: “Muchas veces he tenido la sensación ilusoria de que todo está rotando…” y sigo tecleando.
©Juan Manuel Aragón
¡Está bueno...escribir sobre la ausencia de temas para escribir, genio!!!
ResponderEliminarMuy bueno como cuando uno se enfrenta a un lienzo en blanco .!
ResponderEliminarGracias un placer leerte