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Imagen de ilustración nomás |
“Fue un partido lindo, de esos repletos de emociones, porque la pelota iba de un campo al otro, casi sin solución de continuidad”
Ese día jugaba la Selección Nacional de Fútbol de la Argentina con la de Brasil. Era la primera vez que en el pago se vería, en vivo y en directo un partido jugado a miles de kilómetros de distancia. Teníamos un televisor en blanco y negro, alimentado por una batería que esa mañana habíamos llevado a cargar al pueblo para que no fallara. “Está gordita” decíamos, para indicar que estaba llena de electricidad y duraría varias horas.Era todo un folklore el asunto de cargar las baterías de los televisores. Las mujeres miraban las telenovelas y los hombres los partidos y, pocas veces, los noticiarios, que siempre eran más divertidos en la radio. Una vez cada cuatro o cinco días había que llevarlas a hacerlas cargar en el pueblo, otros tenían más suerte y un tractorista amigo la cargaba en su vehículo. La mayoría las acarreaba al pueblo en sulkys, zorras. También las ataban en el porta paquetes de la bicicleta, haciendo verguiar el vehículo, por esos arenales perdidos de lo que antes sabía ser el pago aquel.Cuando se iba terminando la carga del televisor, la imagen también se achicaba. De gusto, cuando estaba mirando, algunos nietos pícaros iban a hacerse los que la sacarían para llevarla a cargar. MI buela ponía el grito en el Cielo y nos amenazaba: “Yo termino de mirar la novela y después hagan lo que quieran, pero a mí me dejan ver ´La extraña dama´ o los achuro, uno por uno con la cuchilla herrumbrada de su abuelo”. Nosotros le preguntábamos cómo podía mirar esa imagen achatada, pero ella contestaba: “A mí, dejemén que mire, yo le entiendo”. Estaba enamorada de Daniel Corrado, el actor, se le encendía un mechero en cada ojo cuando aparecía.Una vez las mujeres lo instalaron al tío Raúl frente a un aparato para que conozca. “Venga tío, sientesé y mire un ratito, va a ver que no muerde”, le dijeron. Después le empezaron a explicar quién era cada uno de los personajes que se veían, qué papel hacían, cómo eran sus sufrimientos, con quién andaba de novio cada uno a quiénes deseaba, lo que sucede en un novelón cualquiera. El tío después le comentó a mi papá que esa televisión sería la perdición del pago: “Vieras los puteríos y chismes que les está metiendo en la cabeza a las mujeres, oh”.
Pero, como dije, ese día jugaba la Selección. Fue un partido lindo, de esos repletos de emociones, porque la pelota iba de un campo al otro, casi sin solución de continuidad. En un instante atacaban los brasileños y al siguiente los argentinos estaban a punto de meter un gol. Pero no me pregunte qué año era ni qué campeonato jugaban, porque no me acuerdo.
Lo que sí recuerdo perfectamente es que los tres grandes, Matías, el Negro y yo, estábamos sentados en primera fila, las mujeres atrás y alrededor, el elemento menudo y la perrada. El tío Raúl ya había crepado así que, obviamente, no estuvo.
Debemos haber tomado, entre todos, tres pavas completas de un mate que pasaba de mano en mano, sin que se supiera muy bien a quién le tocaba en la rueda. Pero no importaba, estábamos concentrados en las jugadas.
Al principio del partido también comenzó la propaganda. Cada vez que el espíquer anunciaba: “Camionetas ¡Tooo—yota!”, el Negro respondía, muy serio: “¡Agarrame la corota!”. Y cuando enfocaban a uno, de cerca y mirando la cámara, todos se hacían a un lado, y le decían a la tía Maricha: “La mira a usté”. Y ella se escondía, vergonzosa. Nunca había tenido novio ni nada, jamás había salido del pago, pero todos se daban cuenta de que el televisor le estaba mostrando otras realidades desconocidas para ella, al menos hasta ese momento y al fin se habían activado sus hormonas, como dicen ahora. Pero otro día le contaré más de ella, si le interesa y me hace acordar.
Al final del partido, brasileños y argentinos se quisieron agarrar a las piñas. Uno de esos incidentes menores, arañazos, agarrones, chujchazos que nunca faltan en las canchas, antes, durante o después de los partidos. No me acuerdo quién ganó ni por qué se quisieron golpear. Sobre todo, porque el Negro, de un salto, se puso frente a la pantalla, al grito de: “No miren, no miren”. Cuando le preguntamos por qué, afligido dijo: “Mañana nos van a llevar a todos de testigos a la policía”.
Nos pareció un pedido razonable, apagamos el aparato.
©Juan Manuel Aragón
Palos Quemados, 1 de diciembre del 2022
Te acordes hermano que tiempos aquellos!!. Los que inventaron los cromos nos hicieron fríos con los colores
ResponderEliminarEstá bueno, o están buenos los relatos, tendrías q escribir sobre como aguantabamos el calor, sin aire y hasta sin ventilador..., Y que no insistan con la tontera de que "antes no hacía este calor" , una gran mentira, lo que ocurre es q teníamos 50 pirulos menos, ...ha y todavía hay mucha gente sin aire, ni ventilador, ni electricidad...bueno ...
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