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NIGROMANTES Nefandos buchones

Mago haciendo lo suyo

Los espectáculos de magia y prestidigitación son siempre una excusa para volver a ser chicos, observando maravillados como alguien engaña la vista


De vez en cuando salen algunos arteros, oscuros personajes, a mostrar por internet cómo hacen sus pases de manos los magos de feria, también llamados prestidigitadores. Una perrada de ortiba maldito, amigos. La gracia es no andar averiguando cómo hacen los trucos, conservar en el alma el espejismo de los chicos, maravillados porque el ilusionista los engañó y lo que parecía estar en una mano, está en la otra o directamente dejó de estar para aparecer luego en un lugar completamente inverosímil.
Pretenden quizás ser más pícaros que quien trama sus engañifas desde un escenario, en una reunión de amigos, después de un asado, en un teatro o en el cumpleaños infantil del sobrino. No solamente atentan contra el trabajo de alguien que se gana lícitamente la vida con su magia, sino que también destruyen la ilusión del párvulo, que cree que algo maravilloso acaba de ocurrir ante sus ojos.
Ojo, estos chabacanos ortibas, también obligan a los ilusionistas, a un constante perfeccionamiento de su oficio, pues al saberse descubiertos siempre deben idear una trampa más astuta, un escondite más secreto, un disimulo cuya sagacidad supere la velocidad de la vista de los espectadores.
Es probable que los primeros trucos conocidos hayan sido con naipes u otros objetos ocultos en la manga de estos rápidos truhanes de parquecito de diversiones, proveedores de felicidad de pueblo en pueblo desde tiempos inmemoriales. Quizás por eso, algunos optaron por presentarse con camisa manga corta, dando la impresión de que en lo suyo no había trampa, sino exactamente lo que los ojos de los espectadores les decían que había sucedido.
La psicología inversa y luego vuelta a invertir es una de las especialidades de los magos: ostensiblemente muestran una mano mientras hacen su quiquirimichi con la otra. Por eso a veces, sabiendo que todos les mirarán la mano que intentan esconder, organizan la ilusión con la que todos están mirando.
La primera habilidad que aprende quien se dedica a este difícil arte, es que la mano siempre es más rápida que los ojos de quienes los observan, se mueve a una velocidad que falsifica el tiempo y la distancia relampagueando a la velocidad de la luz, para que el encantamiento ocurra a la vista de los maravillados espectadores, mientras ellos suponen a su vez que sucedió a las espaldas de quien les hizo creer que es una especie de hechicero, taumaturgo, nigromante (si no sabe qué significan estas palabras, busque en el diccionario, ¿o quiere tenerlo todo servido?).
Por suerte, en los mismos sitios de internet en que suelen aparecer los nefandos buchones de los magos, también se publican vídeos de los verdaderos, que muestran sus prodigios de encantamiento, sortilegio y adivinación.

Leer más: Lo que nunca nadie contó del famoso “Hombre de la bolsa”

Lo más entretenido de esta clase de espectáculos es la palabra, sin la cual muchos de estos números especiales perderían su encanto o serían directamente imposibles. El cuento, la historia casi siempre real, con que el artista siembra el misterio sobre lo que va a hacer, es a veces un elaborado cuadro de situación para llevar al espectador a imaginar exactamente aquello que engañará sus sentidos haciéndolo distraer esa fracción de segundo que necesita para hacer lo suyo.
Si le van a ofrecer un espectáculo de magia, amigo, preséntese con el espíritu de un niño, con los ojos limpios y el corazón dispuesto a gozar de un rato asombrándose porque lo que no tiene razón de ser, sucede ante sus ojos. No se mezquine un momento de regocijo, queriendo desentrañar el misterio que significa volver a ser chico, aunque sea por un día.
©Juan Manuel Aragón
A 21 de diciembre del 2023, en Los Flores. Solsticio de verano

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