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A veces la jornada de un trabajador suele presentarse torcida desde la madrugada a la noche: vea lo que sucede cuando todo empieza mal
Es de madrugada y por despertar a la mujer, que le ha dicho que quería levantarse temprano, sale de la casa tres minutos después de la hora acostumbrada. A pesar de que pega un pique de cien metros llanos, pierde el ómnibus por unos segundos, hace señas, pero el chofer no lo ve o no quiere parar. Queda acezando en la parada, le quieren salir los bofes por la boca, hace tanto que no corre.Llega tarde al trabajo, para peor, el jefe está de mal humor, lo castiga con los dichos de Steve Jobs que le tienen los gumaros hasta la tercera napa freática, levanta el dedo índice y comienza: “El verdadero innovador…”. Sabe que nadie lo va a parar hasta que diga la última de todas las frases pelotudísimas del otro infeliz.Después le avisa: “Si no quieres quedarte sin presentismo te tienes que quedar laburando hasta tarde”. Lo mira con odio, baja la cabeza y piensa: “¿Qué más me puede arruinar el día?” Es una pequeña desgracia con suerte, podría haber sido peor, si pierde el presentismo no sabe de dónde sacará para pagar las cuentas de ese mes.A media mañana se encamina al baño, a la mitad de un pasillo largo y solitario lo agarra Sonia, la de tesorería, para anunciarle que lo deja, que ese amor clandestino no seguirá más. Le dice que no aguanta ser la otra, es joven, soltera y tiene derecho a salir con un novio normal, que la lleve a comer a lugares públicos, salir a caminar de la mano por la calle, ir al cine, quedarse a dormir con ella, presentarlo a los amigos, a los padres. Es la misma discusión de los últimos tiempos. Le dice que está medio apretado de tiempo, que en todo caso lo arreglan después del trabajo, que se encuentren en el lugar de siempre para conversar. “Estúpido, ¿no te das cuenta de que te estoy dejando?”, responde ella, se da vuelta y se va. Presiente que dice la verdad.
Al mediodía habla a la casa para anunciar que no va a ir a almorzar. La mujer no le cree la historia del ómnibus y después se ofende porque siempre avisa a último momento. “Esta noche comerás guiso recalentado, si queda”, le advierte.
Tiene los nervios a flor de piel, se siente a punto de explotar. Un pensamiento le martilla la frente como una premonición: “No hay dos sin tres”. Siempre pasa lo mismo, las desgracias no vienen solas, como que a la vida no le gusta ir dos a cero, tiene que meter el tercero para que sea goleada. A veces se ríe de sus propias estupideces: “No tengo que ser supersticioso, da mala suerte”.
Ya sabe que se quedará hasta más tarde, corrigiendo planillas, llenando espacios en blanco con números, cotejando con lo que mandan de otras oficinas. A la siestita Sonia lo mira con ojos fríos como pedo de foca. Es la segunda desgracia del día. La pucha, cavila, con lo que costó, el laburo finísimo que tuvo que hacerle, mostrarse cual comprensivo compañero de trabajo, sensible, amigo, solidario, hacerse el pollito mojado, soportar confesiones intrascendentes, quedarse hasta después de hora para hacerle compañía, hasta que al fin concretaron.
Ahora que lo piensa bien, a su lado su vida podría haber sido un infierno. Además, es gordita y vive para el otro lado de Santiago. En fin, ya habrá otra, piensa, en su momento es lo que halló mano.
Vuelve del centro a la noche, colgado en el repleto Chumillero. Llega a la casa, la mesa está tendida, la mujer anuncia que comerán pizza, hay una Secco presidiendo la reunión, raro, no suelen tomar gaseosas los días de semana. Está por preguntar qué pasó con el guiso recalentado cuando le avisan: llegó de visita la suegra.
Piensa: “Tres” y rumbea al baño a lavarse la cara.
©Juan Manuel Aragón
A 5 de marzo del 2024, en el mercado Armonía. Dándole a un ensalada de pata
La vida te da sorpresas y aunque remanido el dicho no se trata de novicias sino de viejazos porque ya no.es novato si piensa hacerse el joven. Cada cual elige su estilo pero más vale malo por comer que comida mejicana, que las traiciones sean de otras razones
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