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ISRAEL Un buen día, ¡bum!

El Hezbolá quedó herido

Los israelíes pusieron en marcha, con éxito, la mayor operación de inteligencia desde la Guerra de Troya

Un buen día los estrategas del Hezbolá se percataron de que los misiles estaban encontrando muy fácilmente a sus líderes. Sabían que tenían infiltrados en la organización y eran, posiblemente, quienes habían pasado los números de teléfono a los israelíes que, con esa información, no tenían más que rastrear el número y, ¡bum! Deciden volver atrás y usar el ´beeper´, dispositivo que estuvo de moda durante un tiempo corto, antes de los celulares. Esta tecnología, por llamarla de alguna manera, sin embargo, venía siendo usada desde más o menos la década de 1950. Es un aparato inalámbrico que recibe y muestra mensajes alfanuméricos o de voz. Algunos reciben mensajes, con otros también es posible responderlos.
En algún momento de la toma de decisiones de Hezbolá, el Mossad se enteró. Es el servicio de inteligencia exterior de Israel, quizás el más oneroso del mundo y también uno de los más eficientes, no olvide que el país de los judíos está rodeado de enemigos declarados. Políticos de uno y otro partido, jamás lo cuestionan, sabe que en mantenerlo siempre aceitado les va la vida. Como un policía que vive en un barrio bravo, que nunca dejará su pistola de lado, porque ese día lo hacen boleta.
El servicio de inteligencia israelí organizó entonces un complejo engaño para vender los aparatos a los encargados de comunicaciones del Hezbolá, desde una empresa fantasma de un tercer país. Les puso adentro un poderosísimo explosivo que estallaría a control remoto. Por las dudas al día siguiente volvieran a un sistema anterior, el de los ´walkie talkie´, que son los que usaba la Policía de Santiago antiguamente, también se los vendieron, infectados, por supuesto. Más o menos a las 3 de la tarde de hace unos días, a la misma hora sonaron todos los aparatos al mismo tiempo. Cuando los fueron a atender, ¡bum! No se sabe cuántos miembros de Hezbolá murieron. Cerca de 2.800 terminaron heridos, algunos muy graves, en El Líbano y también en Siria. Casi todos los afectados eran —o son— combatientes y fueron anulados en un instante.
Fue, para algunos, la mayor operación de inteligencia realizada hasta hoy, desde el año 1100 antes de Cristo más o menos. En ese momento se libraba la guerra de Troya, que se venía manteniendo en un empate técnico desde hacía tiempo. Entonces los griegos decidieron agasajar a sus enemigos enviándoles de regalo un caballo gigante en el que metieron a unos cuantos soldados. Cuando llegó la noche y los troyanos se fueron a dormir, los soldados salieron del caballo, abrieron la puerta de la ciudad, entraron los griegos y ¡bum!, ganaron la guerra.
Bueno, hasta antes de ese tiempo la guerra era un arte en que se usaba la fuerza bruta unida a la inteligencia. Desde entonces se sabe que, a falta de fuerza, la razón, el talento, la agudeza, el ingenio, son suficientes para ganar más rápido.


Hubo momentos sublimes de la inteligencia, más allá de la consideración moral de los hechos. Sucedió en el 2001, cuando un grupo de árabes que vivía en Estados Unidos, empezó a tomar clases de aviación civil, porque supuestamente querían ser pilotos. Una noche se emborracharon, compraron el tiempo de unas prostitutas, al día siguiente se embarcaron en aviones de línea, tomaron el mando con violencia y los guiaron a las Torres Gemelas de Nueva York, el Pentágono y la Casa Blanca o el Congreso, con ánimos de llevárselos puestos. El último falló, porque los norteamericanos lo tumbaron. Pero el resto, ¡bum!
Son operaciones que llevan mucho tiempo, secreto y dinero. ¿Sólo eso?, no, amigo. También es necesario el fanatismo. Qué otra razón puede llevar a uno a estrellar un avión contra las Torres Gemelas de Nueva York, o contra lo que sea, sabiendo que va a morir, si no es el ardor religioso. No busque otro motivo en el tipo que trabaja detrás de las líneas enemigas, jugándose el pellejo todos los días para topar la información que pasará su país en susurros (“quieren dejar los celulares y pasarse a los beepers”. “andan buscando a quién comprárselos”). A este otro fanatismo le llaman patriotismo. Pero siempre es la inteligencia la que hace el resto.
Un buen diccionario, en este caso Wikipedia, le dirá que es la capacidad de percibir o inferir información, y retenerla como conocimiento para aplicarlo a comportamientos adaptativos dentro de un entorno o contexto.
Después, como siempre, ¡bum!
Juan Manuel Aragón
A 23 de septiembre del 2024, en El Cajón. Comiendo mazamorra.
Ramírez de Velasco®

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