Obreros municipales lavan la estatua del Cacuy |
Los adoradores de lo políticamente correcto lanzaron a correr una teoría que no se sostiene en la realidad, pero insistirán hasta imponerla
No hubo una sola civilización sobre la faz de la Tierra cuya gente practicara el incesto. Fue solamente una experiencia quizás de las clases altas —y degeneradas— que ejercieron el poder en algunos imperios grandes o pequeños. El hombre común jamás pensó en acostarse con la hermana, con la madre, con la hija, así fuera la última mujer que quedase viva en el mundo. La mujer tampoco. Sin embargo, los adoradores de lo políticamente correcto, del socialismo a la violeta, del colectivismo de “lo mío es mío y lo tuyo también es mío”, atribuye a los sacerdotes católicos haber ideado la leyenda del Cacuy, para desalentar esa costumbre bárbara que supuestamente practicaban los indios de Santiago.Con tal de explicarse de manera más o menos racional una inocente leyenda, son capaces de torcer su propia ideología para atribuir a los indios rasgos que van contra las leyes de la antropología y endilgar a los curas actitudes que los dejan bien parados. A partir de un supuesto falso, arman toda una historieta con forma de análisis psicológico, filosófico y sociológico, y tuercen, cómo no, si son expertos en eso, la misma historia que dicen que van a investigar. Su lema de siempre es: “Si la realidad no coincide con mis ideas, peor para la realidad”.Pero no tienen nada más que esta leyenda para apoyar su peregrina teoría.
Porque no hay ningún documento que la avale: imagínese a un soldado español medieval, que ha combatido en los tercios, catolicote de esos de rezar el Rosario todos los días, llegando a un pueblo en que los hombres tomaban por mujer a cualquier hembra, incluidas sus propias hermanas, a sus madres, a sus hijas. Lo habrían consignado en sus crónicas, habrían pedido el auxilio de los sacerdotes para combatir tan perniciosa costumbre. Y lo único que se les ocurrió a los curas es idear una leyenda más o menos inocentona que, digámoslo, si uno se acostaba con la hermana, no dejaría con ella al oírla. Diga lo que quiera de los curas, pero no eran tan re pelotudos.
Visto desde la distancia, viene a ser una contra leyenda negra, fabricada por quienes no dudan un instante en afirmar que lo único que movía a los españoles en su conquista de América, era la sed de sangre, de oro y de fama. A veces —o casi siempre— en ese orden.
Debe ser bonito para un estudiante de psicología o de filosofía, hallarse de repente frente a esta interpretación antojadiza de la leyenda del Cacuy e, inmediatamente, pensar en un trabajo de tesis, basándose solamente en este dato: “Los hermanos de la leyenda del Cacuy se fueron a vivir al bosque para dar rienda suelta a sus instintos sexuales”. Ahí nomás sacan a relucir toda su batería de psicologismos baratos, sus citas de autores infumables y la palabra “elites”, mechada por aquí y por allá para mostrar su odio contra la tradición, contra la religión, contra el sentido común, contra la verdad.
Si se lo piensa un poco, no deja de ser un dato optimista el hecho de que nadie nunca haya creído esta falsedad, lanzada de manera tan vil contra los aborígenes llanos, que no eran caciques ni jefes ni generales ni ´huey tatloani´ ni incas máximos ni Moctezuma ni Atahualpa sino indios de una sola pluma, báh.
De todas maneras, no hay que dormirse en los laureles, en cualquier momento los supremos entusiastas de la corrección política y el socialismo modernoso y falaz, son capaces de imponer que en las escuelas se enseñe esta parte de su versión de la historia, como ya lo vienen haciendo con otras, para que los hijos o los nietos de los actuales alumnos crean que sus padres o la abuelita y el abuelito eran hermanos y hacían la cochinada. Todos degenerados, o sea.
De a poquito se van metiendo por las grietas de la historia, buscan los intersticios más insospechados para crear un cuento paralelo, con el tiempo, lo dan por todos sabido y pasa a ser la historia oficial. Esto del Cacuy, de un hermano y una hermana que tenían relaciones sexuales no logran hacerlo colar, nadie se lo cree, no logra pasar el filtro del asco que produce una mente tan pérfida, vil y rastrera, que crea semejante barbaridad. Pero, siguen y siguen, algún día prenderá la idea.
Insiste Santiago.
Juan Manuel Aragón
A 4 de noviembre del 2024, en La Trampa. Buscando un hualu.
Ramírez de Velasco®
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