LA GACETA Inodora, incolora, insípida (con vídeo)

La Gaceta de Tucumán

El que fuera el diario más influyente del norte, se convirtió en un sitio de internet que no permite entrar sin pagar: se pierde en la más anodina nada

La Gaceta ha sido, durante más de 50 años, el diario más influyente del norte. Tenía corresponsales en Santiago, Las Termas, Salta, Rosario de la Frontera, Jujuy, Catamarca y Buenos Aires, entre otros. Con la tardanza lógica de los camiones que llevaban los periódicos, al mediodía llegaba hasta Libertador General San Martín, cien kilómetros al norte de San Salvador de Jujuy.

Pasaba por encima de diarios locales, como El Tribuno o el Pregón, sobre todo porque muchas veces publicaba lo que, en sus provincias, Salta y Jujuy, el poder encaramado en el gobierno no quería que se supiera. En Las Termas era de lectura obligada, porque traía noticias de ese lugar constantemente. Y hay que decirlo, en la capital de los santiagueños nunca pudo hacer pie, eso que a veces llegaron a mandar una camioneta, el gasto no justificaba las —pocas —ventas de la capital de los mistoleros.

Llegó a imprimir cerca de 250 mil ejemplares por día, un número al que hoy quizás no llegue ningún diario del mundo. Una de sus principales características es que, a pesar de recibir dinero de todos los gobiernos, sin embargo, la publicidad oficial por aquellos tiempos, no pasaba del 20 por ciento del total del dinero que recibía.
Apoyado en un sector privado fortísimo, de muchísima rotación, totalmente competitivo y muy potente, no le resultó difícil, al diario de los García Hámilton, erigirse en una temida tribuna de opinión. Famosas llegaron a ser algunas de sus columnas, como las firmadas por “Agapito Chancalay”, seudónimo de Demetrio Oliva, o en sus últimos días de apogeo, la sección “La frase del día”, de Dardo Nofal, esperada por miles de tucumanos para reírse de un funcionario, del gobierno, del intendente, de un atista, de cualquiera. Las Cartas al Director eran una delicia, no solamente porque quienes las escribían tenían los más diversos pensamientos en una provincia que siempre se nutrió de su savia universitaria, sino porque en ellas vivieron polémicas que hasta hoy son recordadas por viejos lectores del diario. Y las editoriales, por supuesto.
Según se comenta en los cafés de Tucumán, los dueños de La Gaceta residual, se dedican en la actualidad y desde hace muchos años, a negocios inmobiliarios en otros países, lo que les da tranquilidad para no vivir del diario y seguir siendo, en cierta manera, críticos del gobierno. Al abandonar su espíritu imperial y dejar atrás sus ansias de influir en una amplia región del país, se convirtieron en lo mismo que el resto de los diarios de la Argentina: un poco de papel que todos los días media docena de canillitas intenta vender sin éxito, en algunas calles de San Miguel, Yerba Buena, Banda del Río Salí, Concepción, Tafí Viejo, dos o tres lugares más, y pare de contar.

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Para leer su página de internet, hay que pagar, pues entrega cerca del 80 por ciento de las notas, en exclusividad para sus suscriptores. Renunció a ser un diario que influía en la opinión de los tucumanos, para mostrarse solamente como un pobre sobreviviente del naufragio de la prensa comarcana. Todavía en tamaño sábana, sale flaquísimo, sin editorial, con la sección Cartas al Director convertida en cualquier cosa. Un diario que se vendía como agua, hoy es justamente eso, inodoro, incoloro e insípido.

Un puñado de tucumanos sigue comprando La Gaceta, más por costumbre que por otra cosa. Como en todas partes, quien quiere enterarse de lo que sucede en Tucumán, el país o el mundo, no esperará el diario de mañana, acudirá a internet, sabiendo que allí hallará la respuesta a cualquier pregunta, desde cuánto cuesta un auto usado en las concesionarias locales, cómo estará el tiempo el fin de semana que viene en Tafí del Valle, qué pasa con el pique del pejerrey en el dique de Escaba o cuál fue el último exabrupto de Javier Milei, el presidente malhablado.
Hoy es un diario para viejos como todo el resto de la prensa escrita en papel, leído por dos o tres ancianos que no forman opinión ni siquiera entre sus nietos, sin avisantes a la vista, sin ni siquiera el ánimo de ser, como antaño, un importante protagonista de la vida social, política y económica de Tucumán. A veces quienes lo compran sólo cumplen con la previsión de tener papel para limpiar los fierros del asadito de los domingos. Para peor, con la crisis que azota al país, pocos tiran al asador unas costillas, un vacío, mollejitas.

Adriana Varela

Quizás el tango Desencuentro pinte lo que sucederá con La Gaceta cualquier día de estos, cuando menos lo esperen los tucumanos y se den con que, sin aviso previo, se terminó toda una época en que no solamente ese diario sino la provincia entera se veía presa de un destino superior, al menos como rectora de las ambiciones del norte argentino. “Amargo desencuentro, porque ves// que es al revés, // creíste en la honradez y en la moral, // qué estupidez. // Por eso en tu total // fracaso de vivir // ni el tiro del final // te va a salir”. (Por la Gata Varela, qué maravilla).
Hoy es domingo, un hermoso día para estar en El Mollar, en la casa de un amigo, sintiendo el crepitar de los chorizos en la parrilla, tirado en la reposera mientras la mujer prepara la ensalada, leyendo quizás poesías de Amalia Prebisch, mientras a lo lejos todavía resuenan los parlantes de un boliche sabatino. Sin La Gaceta, obviamente.
Soñar no cuesta nada.
Juan Manuel Aragón
A 19 de enero del 2025, en la Belgrano. Esperando la lluvia
Ramírez de Velasco®